Relato de ficción.
Toda la
vida he tenido presentimientos y siempre eran acertados. Me moví toda mi vida
por lo que intuía. Mis padres sabían lo que me ocurría y muchas veces me
preguntaban qué era lo que iba a ocurrir. Yo siempre decía lo mismo, que no era
un brujo. A veces presentía y otras no. Por ejemplo, cuándo murió la abuela, mi
perro estaba triste y alicaído, no se movía del lado de la abuela y estaba más
cariñoso de lo normal. Yo lo observaba y después de un rato presentí que algo
le iba a ocurrir a la abuela. Se lo avisé a mi madre, le dije que a la abuela
le quedaban horas de vida y siempre me lo agradeció mucho, ya que le dio tiempo
a aprovechar las pocas horas que le quedaban de vida con ella. La abuela
no estaba enferma, lo único que tenía era edad, era muy mayor. Por eso en un
principio mis padres decían que igual me equivocaba, pero yo miraba al perro y
presentía que no. Que la abuela se moría. Y así fue. Esa misma noche la abuela
falleció. Otras veces, no presentía nada. Un día mi hermano, se subió a un
árbol y se cayó desde una gran altura. Mis padres siempre me echaron en cara
que no la había presentido. Que no era tan vidente como yo me creía, ya que mi
hermano se rompió las dos piernas. Y no...No lo presentí. Mi intuición y mis
presentimientos no estaban presentes ese día. Algo había fallado.
Y ahora
me estaba poniendo muy nervioso porque el perro, el maldito perro, no paraba de
lamerme y de estar a mi lado. Presentía que algo me iba a ocurrir, lo mismo que
le había pasado a la abuela. Me pasé todo el día triste y agitado. Se lo dije a
papá y a mamá. Presiento que algo me va a ocurrir. Ellos me dijeron que ese día
no me moviera de casa y que estuviera a su lado todo el tiempo. Y así hice.
Pero el maldito perro no paraba de lamerme y me ponía nervioso. Era mi perro,
me lo habían regalado a mí, pero me estaba sacando de mis casillas. Sabía que
algo me iba a ocurrir, lo presentía. Pero no sabía lo que era. No quería ni
comer por si me atragantaba. Mamá me machacó la comida con un tenedor para
evitar sustos, ya que yo no estaba enfermo ni me encontraba mal. Cuándo el sol
ya se estaba ocultando, se levantó un ligero viento que mecía las hojas de los
árboles y los maizales. El suave ruido hizo que me quedara dormido en el
sillón, y soñara con muertos y cementerios, con brujas y dragones y con el
cielo y el infierno. Soñé que no sabía a dónde me iba y quedaba en el medio,
esperando contestación y entrada para una de las partes. Me desperté sudoroso y
asustado. Estaba aterrado. Me agarré a mi perro, que estaba durmiendo conmigo.
El siempre me transmitía paz y sosiego. Pero fue como agarrar a una marioneta.
El perro estaba desmadejado y tibio. Lo contemple en silencio antes de comenzar
a gritar como un loco. Mi perro...había fallecido. El quería avisarme de que el
que se iba era él, pero yo, pensando en que era yo el que presentía...no había
disfrutado los últimos momentos de su vida.
Yo no
presentía nada, era él siempre el que me avisaba y yo me lo atribuía, en mi
mente de crío. Quería hacerme el importante y hasta me lo llegué a creer. Fue
mi fiel compañero de la niñez y me enseñó muchas cosas, entre ellas...que yo de
vidente tenía muy poco. El...si que tenía un sexto sentido. Aún hoy en día lo echo
de menos.
El perro sabe, pero no sabe que
sabe.
Pierre
Teilhard de Chardin (1881-1955) Filósofo y teólogo francés.
"Después del perro, el libro es el mejor amigo del hombre"
(Groucho Marx)
¡Qué buena historia! Me ha encantado.
ResponderEliminar¡Feliz domingo de Pascua!
Gracias Marīa del Pilar!!!!!
ResponderEliminarEstá bien 😊
ResponderEliminarNunca quise tener mascotas, para evitarme problemas como los de tu relato.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Buena istoria me iso llorar me acorde de mi abuela murió el año pasado en octubre.
ResponderEliminarHola me encanto la historia. Asta me iso yorar me recordó a mi abuela ella murió el año pasado.
ResponderEliminarLo siento muchísimo. Las abuelas son una parte importante de la familia. Recuérdala con cariño. Un saludo.
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