"Anita contemplaba los cables y los aparatos que la rodeaban
horrorizada. No comprendía como todo se le había escapado de las manos y
terminado de esta manera. ¿Qué había ocurrido? Miró a su alrededor y vio
a sus padres hablando con el médico. Les sonrió. Papá y mamá tenían caras de
preocupados ¡y no era para menos viendo como estaba ella rodeada de aparatejos
médicos! Seguro que estaban asustados. Su sonrisa seguro que iba a evitar una
bronca por lo que intentó llamarlos y lanzarles un gran beso. Pero se quedó
todo en un intento. Tenía la cara hinchada y le dolía mucho un ojo. ¿Que
diantres había ocurrido para que ella estuviera ahí en el hospital? No
recordaba casi nada. Tenía que esforzarse y recordar antes de que llegaran papá
y mamá y no tuviera respuesta. ¡Seguro que se había caído por algún terraplén
queriendo escalar! Le gustaba mucho coger a su perro y marcharse los dos al
monte que había cerca de casa. Ahí subía y bajaba y escalaba los árboles con
Tizón, su gran y fiel amigo. De pronto...algo le vino a su pequeña cabecita y
comenzó a recordar lo ocurrido. No....no había ido a escalar. No...No se había
caído. Estaba así por sus compañeros de clase. Comenzó a recordar y a temblar.
Alguno de los aparatos que tenía conectados comenzó a sonar y vinieron
corriendo sus padres y él médico que allí estaba. Mamá acariaba mi mano y papá
me daba besos. Tenía miedo. Mucho miedo. Recordó todo. Como le habían pateado
la cabeza y la barriga. Como cuánto más le dolía y más se retorcía sus
compañeros más gritaban que le pegaran más fuerte. Lloraba y balbuceaba que la
dejaran ya, pero eran fieras en manada. Y todo porque decían que era muy
callada, que así la iban a espabilar. Espabilar no sé...pensó Anita pero
llevarme al hospital sí.
Y pasé muchos días en el hospital. Y perdí la visión de mi ojo derecho y un riñón.
Y mi vida ya nunca más seria la misma. Odiaba a esos niños y todo el mal que me
habían provocado. Los expulsaron del colegio y ella ya no los veía allí. Pero
si por la calle. Y lejos de escaparse por el daño que le habían
Hecho...se seguían riendo de ella. ¡Era como si tuvieran el demonio dentro!
Eran realmente malos y crueles. Papá no la dejaba nunca ir sola a ninguna
parte. Siempre iba en compañía de alguien. Era injusto... ¿porque era su vida
la que había cambiado y la de ellos no? ¿Porque era ella la que tenía que sacrificar
su vida y ellos seguían haciendo de las suyas? Mi hermano mayor estaba muy
enfadado. Papá no lo dejaba salir conmigo porque decía que si los encontraba
les iba a hacer lo mismo. Yo le decía que terminaría sin puños porque ¡eran
seis los que me habían pateado!
Habían pasado ya tres meses del ataque cuándo mi hermano me metió en la
habitación y cerró la puerta. Me interrogó durante mucho tiempo hasta saber cómo
era cada uno de los seis atacantes. Osea...de los seis niños. ¡Eran niños igual
que yo! Pero su comportamiento era salvaje. Y parecía que mi hermano tenía
ideado un plan. Solo le hacía falta que un día papá le dijera que me llevara él
al colegio.
Y ese día llegó. Papa estaba enfermo con gripe y le pidió a mi hermano que
me llevara al colegio que él tenía mucha fiebre. Y Diego se vistió y me dio la
mano fuertemente.
Los vimos de lejos y venían los seis juntos. Como siempre. Se iban acercando
y riéndose. Pero ya no me tocaban. Solo se reían de mí y se mofaban. Cuándo
pasaron a nuestro lado Diego le metió la zancadilla a Pedro. Pedro era el jefe
del grupo, por definirlo de alguna forma. Cuándo se vio tirado en el suelo
comiendo el polvo arrancó en gritos salvajes. Pero mi hermano era mayor y más
listo. Lo agarró por la chaqueta y le dijo bajito:
- Atrévete conmigo canijo. Si la vuelves a tocar o a reírte de ella acuérdate
de mí.
Pedro lo miró y se rio y cuándo mi hermano se dio la vuelta, le dio una
patada en toda la pierna. Diego se dobló dolorido y gritó:
- ¡Tizón ataca!
Tizón estaba sentado donde lo habíamos dejado. Era muy obediente. Y al grito
de mi hermano vino corriendo a morder a mis antiguos compañeros. Les rompió los
pantalones a todos porque con Tizón sí que no podían! Y tizón daba vueltas y
mordía a unos y a otros mientras empezaban a correr llorando. Unos
cojeaban...otros se subían los pantalones...a otros les sangraba levemente una
mano...mientras mis compañeros de clase...habían hecho un corro alrededor
nuestras y se reían sin cesar.
Ahí se terminó la historia de mi bulling. Tizón y mi hermano me habían
salvado. Nunca os dejéis pegar por nadie. Todos somos iguales y no merecemos
que nadie nos levante la mano. Buscar soluciones...hablar con los mayores...ellos
sabrán buscar las salidas para estas actitudes salvajes. Hoy ya tengo 17 años y
aquello lo recuerdo como algo lejano. Pero mi ojo...me sigue recordando que
salvajes los hay en todas partes y que la mejor solución es atajarlo a tiempo.
Y...cómo? Hablando con nuestros padres. Ellos sabrán que hacer."
Dedicado a todos los que estáis sufriendo acoso escolar o cualquier otro
tipo de acoso. Nunca os rindáis. Nunca tiréis la toalla ante una pandilla de
cobardes que lo único que les divierte es hacer el mal. Confiar en vuestros
padres. Nunca os lo calléis. Los padres merecemos saber del sufrimiento de
nuestros hijos y ponerles remedio. Confiar en nosotros...os ayudaremos.
Los padres tienen que ir presos son responsables de las actitudes de sus hijos Y veran como esta moda se acaba
ResponderEliminarCariños
Muy bien expresado...
ResponderEliminarSaludos