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lunes, 7 de noviembre de 2016

HABITACION 520



Me pasaba el día corriendo de un lado para otro sin apenas tiempo para respirar. Me daba mucha pena no poder disfrutar más de mis hijos, pero como dice el mayor," mamá es lo que hay". Y no le daba más vueltas, tenía razón. Mi profesión es muy esclava y me ocupaba casi todo el día, y tenía la desgracia de muchas veces marcharme con los problemas a casa, y mi marido también tiene lo suyo. Trabajamos en el mismo hospital. Los dos somos médicos pero la verdad es que casi ni nos vemos. Estamos en diferentes plantas y no solemos coincidir ya que él la mayor parte de los días tiene quirófano y yo estoy en consultas. Nuestras vidas eran muy ajetreadas y muy locas. No teníamos tiempo para nada. Y quizás la culpa fue siempre nuestra. Nunca priorizamos. Y lo primero es la familia.

Quizás por eso me pasó todo tan desapercibido y no me enteré de nada. Siempre creí que mi vida era completa. Tenía un marido al que amaba y él a mí... Unos hijos llenos de salud y eso ya era más que suficiente. Por eso...quizás...todo pasaba delante de mis narices y yo ni me enteraba.

Un día llegue al hospital como siempre y fui a cambiarme. En mi taquilla había un papel que solo ponía "Habitación 580. Hotel Ritz." Miré el papel varias veces sin entender que pasaba en ese hotel, pero pronto me asaltaron las dudas. ¿Y si en él estaba mi marido con otra mujer? Eso fue lo primero que me vino a la cabeza, para que engañarnos, en un hotel no puede pasar otra cosa más que eso. El corazón se me aceleraba y estaba al borde de una crisis de angustia cuándo salí corriendo del hospital. Decidí ir allí y estaba segura de que le iba a dar una buena sorpresa. Pensaba en quién podría ser la otra, Marta estaba siempre con él...pero Helena era una mujer muy atractiva. No paraba de darle vueltas a todo. Cogí el coche pensando en poner fin a mi matrimonio, pensando en quién sería ella, pensando en mis hijos. Lloraba calladamente y pensaba en los años que llevábamos casados y todo lo que habíamos construido juntos. Una bonita familia. Y el imbécil de él la había tirado por la borda sin importarle nada más. ¿Cómo se lo iba a decir a los niños?

Cuando llegue al Ritz, mi corazón estaba desbocado. El pulso lo tenía muy acelerado y las lágrimas corrían por mis mejillas. Subí en el ascensor y pensé en dar la vuelta y hacer como si nada. Ojos que no ven, corazón que no siente. Pero necesitaba saber quién era la otra y porque habíamos llegado a esto.

Llamé a la puerta y desde dentro escuché la voz de Alberto. Creí desmayarme. Cuándo abrió la puerta sonriente pensé que no esperaba que fuera yo, y esa sonrisa de idiota no se le iba de la cara. Lo empujé y comencé a buscar por todas partes a la otra, mientras Alberto sonreía y me decía "¿Acabaste?". Entré en el baño, miré debajo de la cama, detrás del sillón, mientras lo insultaba y lo volvía a insultar. Y lo peor es que él sonreía con esa cara de idiota. Cuándo vi que no había nadie en la habitación, me da cuenta de que la otra aún no había llegado. ¡¡Me había adelantando!! Me senté en la cama sollozando y gritándole. El pausadamente se sentó a mi lado y comenzó diciéndome que así no podíamos seguir. Lo peor seguía siendo su eterna sonrisa. Eso me estaba sacando de quicio, por lo que lo primero que tenía a mano que era mi bolso...salió disparado hacía su cabeza mientras yo le llamaba sinvergüenza. Y dejó de sonreír. ¡Pero para reír a carcajada! Me cogió la mano y me pidió que me tranquilizara que las cosas no eran lo que parecían. ¡¡Blanco y en botella!!¡Si por minutos no los había cazado infraganti! Era un sinvergüenza.

Cuándo me tranquilicé...le dije que iba a esperar a que llegara ella. Quería saber quién era. El reía y yo perpleja lo miraba. Se dirigió hacia una mesa que había con una botella de champan con dos copas. Pensé en lo desvergonzado que era. Jamás habíamos estado juntos en una habitación igual que esa. Agaché la cabeza y lloré. Se sentó a mi lado y comenzó a hablar. Así no podíamos seguir...ese ritmo de vida nos estaba haciendo perder lo mejor que teníamos, nuestra familia. No teníamos tiempo para disfrutar de nuestros hijos. Yo lo miraba perpleja sin saber por dónde iba a salir. El seguía hablando y hablando...Esa habitación era para mí y para él. Para pasar el día juntos. El lo había organizado todo. Y tenía planes. Y planes en los que podríamos estar juntos. Me proponía un plan. Dejar nuestros trabajos y marcharnos con los niños. Había cientos de sitios donde nuestra profesión era quizás más necesaria que aquí. Y sacó un mapa y con un dedo señalo un país.

Lo miré y lloré y por supuesto dije que sí. Tenía razón. Me había sorprendido gratamente. No había amante... ¡no había nada! Mi marido era mi fiel compañero y mi superman. Quería marcharse a un sitio donde no había nada...solo para ayudar a los demás y tener tiempo para estar todos juntos.¡ No me podía creer lo que me estaba ocurriendo! Esa habitación era para mí. Y mi marido me pedía un cambio de vida juntos...ejercer nuestra profesión allá donde realmente haga falta, y nuestros hijos a nuestro lado.

En medio de tanta emoción y nerviosismo, no se percató de que la puerta se abría ligeramente y una cabecita de mujer se asomaba y se retiraba rápidamente. Era Marta, la compañera de Alberto.

¡¡¡Piensa mal...y acertarás!!!

Midala:)

2 comentarios:

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